“El sonido que surge de un vinilo tiene alma”
Pablo Lesnik es amante del sonido clásico y colecciona vinilos, cassettes y CD’s. Para él, hay una diferencia innegable entre lo digital y lo analógico, aunque admite que no todos logran percibirla.
“Nosotros buscamos ese sonido especial. El vinilo es más fiel, más crudo. Se escucha el instrumento, la voz, lo original del sonido. No sé si es tanta la diferencia técnica, pero se percibe lo auténtico. El sonido de un vinilo tiene alma”, asegura.
No obstante, cuenta que aunque muchas personas se emocionan al ver un tocadiscos o un disco antiguo, ese sentimiento suele durar poco. “Se entusiasman, pero después se van a su casa… y ya está. No queda”, lamenta.
Es por eso que Pablo cree que el éxito alcanzado por “El Eternauta” en la pantalla chica puede despertar la curiosidad de muchos, aunque difícilmente transforme hábitos masivos. “Puede ser que a uno o dos les despierte algo. Por el momento esto seguirá siendo algo de nicho”, concluye.
“La brújula funciona incluso cuando todo lo demás falla”
Geólogo y docente universitario, Sebastián Moyano no solo tiene varias brújulas, también las utiliza en su trabajo y enseñanza.
“Una brújula es básicamente una aguja imantada sobre un pivote. Y funciona. A diferencia de muchas tecnologías modernas que, si se apagan, ya no sirven”, explica.
“El Eternauta” le fascinó tanto por su calidad como por su contexto local. “Ver una historia de ciencia ficción en un verano argentino fue espectacular”, sostiene, a la vez que destaca el simbolismo de los mapas físicos.
“Hoy estamos tan acostumbrados al GPS y a compartir ubicaciones, que muchos jóvenes ya no saben leer un mapa. Ni siquiera conocen el nombre de las calles. Es grave, porque perdemos la capacidad de orientarnos sin ayuda externa”, considera. Sebastián, por su parte, sigue llevando una guía rutera en su camioneta y asegura que ante un colapso tecnológico, los objetos que muchos consideran obsoletos cobran valor estratégico.
China antigua: un artefacto fundamental para la navegación
Como instrumento de navegación, la brújula tiene sus raíces en la antigua China, dos siglos antes de Cristo, donde se utilizaban rocas magnéticas para determinar el norte y el sur. También se usaba para adivinar el futuro y la suerte en las expediciones. Los árabes la introdujeron en Europa durante la Edad Media, donde se perfeccionó. Su nombre deriva del italiano “bussola”, que significa “cajita”.
“Somos muy dependientes del aparatito”
Una portada amarilla destaca del resto. “Soda Stéreo Gas Mixes”, se lee en la tapa. Podría ser parte de la serie “El Eternauta” sin duda alguna, pero forma parte de la colección de cassettes que posee Juan Manuel Pajón.
El joven de 24 años se declara melómano y fiel defensor del formato físico para escuchar música. “Hay un resurgimiento, impulsado un poco por la moda cíclica, y también por producciones como ‘El Eternauta’. Se está hablando mucho de cómo los objetos viejos son los únicos que funcionan, y eso capta el interés, sobre todo de los más jóvenes”, señala.
De inmediato, recuerda el reciente apagón masivo en España, donde la única forma de seguir conectados fue a través de radio transmisores. “No se puede tener toda la vida en el aparatito del celular. Eso demuestra lo dependientes que nos volvimos del internet, de la nube, y los últimos avances tecnológicos”, reflexiona. Para él, más allá del sonido o la estética, los objetos analógicos tienen una virtud irrefutable: no necesitan conexión.
Idea europea: un invento para poder llevar la música a todos lados
El casete, o cassette, es una creación surgida en 1962 del equipo de técnicos de la compañía neerlandesa Philips, liderado por Lou Ottens, que buscaban un formato de grabación de sonido en cinta magnética, y que resultó en una alternativa y portátil al vinilo. La presentación pública fue al año siguiente en la Feria de Radio de Berlín, y en 1964 llegó a Estados Unidos. Inicialmente, se usaban principalmente para dictados de textos, pero cuando su calidad mejoró, se lo usó en la industria musical.